Beatrí: laboratorio de sabores y museo del recuerdo que reivindica lo dominicano

Texto por Adriana Suels Fotografías por Nicole Reyna
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El melao de azúcar que queda al final de la taza de café que bebe una doña, más que una escena cotidiana situada bajo el denso calor que abrasa a la República Dominicana, es parte de los cimientos de un museo culinario que ha construido Nicole Beatrí. A ella, cuando le preguntan quién es o qué hace, se le retuerce la cara y su pensamiento se va a los diversos planetas que habita: la pastelería es su bohío desde el comienzo, pero el arte, la investigación, el grabado, la cerámica, las relaciones públicas y la gestión cultural son parte de su universo en expansión. Con 22 años de edad, Nicole ya ha establecido una experiencia única de repostería que rescata, defiende y celebra los sabores del Caribe insular desde Beatrí, un laboratorio de cocina que estudia y abraza los ingredientes y sensaciones que han crecido con ella.
“Yo siento que para mí es una necesidad hacer este trabajo porque quiero guardar, quiero que todas estas cosas sigan conmigo y que no se pierdan” me dice Nicole mientras cuestiona el sabor de un smoothie de berries que ordenó en el café donde estamos sentadas conversando. Con un gesto de desilusión, comenta que con esas frutas como ingredientes protagonistas, esa batida tenía todo el potencial para ser una maravilla y vuelve a darle un sorbo triste a la bebida color púrpura que combina con su cortas uñas tornasoladas las cuales me mostró orgullosa al llegar. Ella es coqueta, como sus galletas, las que hasta ahora conforman una familia de diez creaciones con nombre y apellido, nacidas de una herencia entre sus abuelas Linda y Mireya, una profunda autorreflexión y la inspiración constante que le ofrece una isla colmada de escenas que condicionan este proyecto, íntimo y muy humano.
¿Te acuerdas cuando estabas chiquito y tu mamá te agarraba la mano?
Como un vendaval, Nicole sacudió mi insinuación sobre un proceso innovador en su cocina: “No se trata de innovar, sino de volver”. ¿Volver? Sí, volver al sonido del cucharón y el caldero, a los platos con flores de colores, a los vasos de aluminio que hacen que todo sepa más fresco, a lo local y orgánico, al álbum de fotos familiar, a un recetario con hojas manchadas, a los orígenes, a cocinar con lo que se da en el patio. En su laboratorio de sabores, los recuerdos se transforman en ingredientes tan específicos como una funda de tiernas y jugosas cerezas rojas compradas a una de esas guagua destartaladas que pasean por Santo Domingo o el suave y cremoso concón de leche con el que su abuelo regresaba a casa cada vez que iba al campo.
Desde allí, se entiende el afán de crear con lo que la identifica a ella, a su país, a su historia, a lo que hay en la nevera de su casa. Guayabas que perfuman todo a su paso, frescos y blancos quesos, los mangos que visitan y adornan a las matas de toda la isla desde marzo hasta agosto, la botella de ron Brugal de mallita que ya va por la mitad, flores de cayena que engalanan el jardín de la vecina, dulces y dorados plátanos maduros, chorros de ancestral mamajuana. Una lista de ingredientes que se arrejuntan para honrar lo cotidiano y añorar el ahora sintiendo los sabores de siempre en las cuquis (del inglés “cookie”) que se hornean desde el Distrito Nacional, Santo Domingo, capital de la República Dominicana, cuna de todo lo rico, el merengue, la bachata y el dembow.
Provoca como un dulcito
Entonces procedo a montar una greca de café mientras espero el motor que me va a traer la Morena que le pedí a Nicole a través de lo que ella denomina como el “Centro Nacional de Cuquis”, su Whatsapp, canal de atención al cliente. Esa es la galleta, que en técnica, es el orgullo de su madre porque tiene cinco pasos de preparación: una trufa de chocolate de agua, un crumble de café en la masa, un cremoso de café en la decoración, un ganache de chocolate arriba y un popular bombón dominicano llamado Cacaito. Llega el delivery con el paquete, sirvo una taza de humeante café y le doy un mordisco a la Morena, en ese instante, es valioso existir y mi paladar entiende la experiencia de Beatrí que Nicole describe con tres palabras: melancolía, celo y ternura. Con esa fórmula, ha construido un recetario único que reinterpreta la pastelería dominicana donde cada preparación responde a estímulos, instintos e historia desde Quisqueya.
—Por ejemplo, el gofio. El maíz es súper noble pero el gofio tiene una historia de bellaquería, de juego y retoce, aquí los niños se metían una cucharada de gofio y la escupían —me explica Nicole.
—¿Qué es gofio?
—Es un polvo de maíz tostado con azúcar. Entonces, cómo mezclo este maíz que es tan conservador y tan noble, con un producto del maíz que es el gofio, que es tan relajado y jocoso, lo hago porque entiendo que se llevan bien.
—O sea, tú le buscas como personalidad a los ingredientes.
—¡Yo le saco personalidad! Y las galletas tienen personalidad, se comportan de una forma, responden de cierta manera. Te puedo dar la descripción física de cada galleta.
—Dame una.
—La Mamellita…
—Que es una de las más vendidas.
—Es una popi de Santiago, mi amor. Es rubia, she is blonde, pero tiene los dientes separados —ambas reímos— She got the flavor!
Quedate un ratito más
Para trascender lo efímero de un postre que desaparece, y con la intención de asentarse como un recuerdo real y palpable que deseas que perdure en el tiempo, como el nuevo novio que te visita y te llena de besos, Beatrí se reconoce como un proyecto culinario y un espacio cultural. Un dulce ecosistema que expone colecciones de todo tipo, enviando galletas con piezas de arte reciclado como mariposas de origami artesanales, íntimos mensajes escritos en pedacitos de la cartulina que les sobró a sus hermanos menores luego de las tareas, panfletos impresos en risografía con imágenes del imaginario dominicano, y collages en colaboración con artistas emergentes. Así, su museo de sabores se va expandiendo, haciéndose aún más colectivo y humano.
«Yo entiendo que una experiencia como esta, que guarda tantas cosas, debería poder quedarse un poquito más. Guarda todo el proceso de sacar los ingredientes, guarda toda mi intención, todo mi trabajo para el consumidor. Yo quería que algo acompañara la galleta y se quedara un ratito más con la gente, que fuera como un regalo de agradecimiento, para decir: "Gracias por animarte a probarla, gracias por creer en que estoy haciendo algo."»
@beatribakes
Trabaja bajo pedido en la ciudad de Santo Domingo, ofreciendo un menú con principios sostenibles donde prepara galletas por temporada y bizcochos florecidos que se muestran a través de una vitrina virtual en la plataforma de Instagram. Abre mesas de diálogo, hace ejercicios colectivos y comunitarios de memoria, cocina en conjunto y piensa nuevas formas de honrar vivencias en los sabores que comparte. Beatrí está siempre en transformación y con las puertas abiertas para ser una casa que lo alberga todo.