Hola Mi Amol: Las identidades pasajeras de Karla Hiraldo Voleau
Texto por fery cordero bello
Fotografías por Karla Hiraldo Voleau
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Mientras escribo, escucho una de mis bachatas favoritas
“O la pago yo o la paga ella” del eterno Marino Pérez.
Así que propongo que mientras lean este texto
—o después de leerlo—, también la escuchen.
De nada. Aquí.
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La arena y la piel. Los cuerpos y sus sombras. Los senderos y las calles. La costa norte y la costa este. El mar y el cielo. El agua salada y la espuma de un vaso plástico servido de cerveza Presidente. Los motores y las olas. Las cuevas de la costa y las habitaciones de motel de los pueblos. La familia dominicana Hiraldo y la familia francesa Voleau. El monólogo interno y la partitura de acciones externa. El miedo y el deseo, o el deseo que nace del miedo. O tal vez sea el miedo ante el deseo. La intuición y la técnica. La edificación de imaginarios y el esfuerzo que su destrucción implica. La disolución de polaridades dentro de une misme. Todo esto se presenta ante une cuando se lee Hola Mi Amol (2018), proyecto de fotolibro de la artista fotográfica dominico-francesa Karla Hiraldo Voleau.
Desde su portada hasta su última página, en Hola Mi Amol se respira el aroma que solo las travesías en la cola de un motor emanan. Una fotógrafa mitad dominicana y mitad francesa recorre la costa este, desde Macao hasta Las Terrenas, con una cámara análoga, su celular y una cámara espía en sus lentes de sol, en busca de chicos dominicanos para entablar una amistad, documentar su tiempo juntos y tal vez enamorarse, vivir un idilio solo posible en el mar caribe, con su arena de oro y Sol aniquilador. Cada uno de estos chicos son presentados como capítulos, en los que Hiraldo Voleau combina las fotografías capturadas en diferentes formatos junto a textos —como si fueran entradas en un blog— que expresan sus pensamientos, sus impresiones, y los detalles que entiende necesario de esos encuentros y sujetos.
A modo de tesis de su máster en fotografía en la ECAL, Hiraldo Voleau se embarcó en la aventura con el propósito de desaprender estereotipos, encarnar otras identidades y retar la delgada línea que divide la realidad de la ficción. Ella define su trabajo como performative photography, algo que más adelante ampliaremos, pero primero es necesario entender la importancia de este proyecto para Karla.
Tanto su familia francesa como su familia dominicana le inculcó miedo a las calles de Santo Domingo, la posibilidad del atraco, la posibilidad de perderse o ser secuestrada, o lo más temible: la posibilidad de conocer a un hombre dominicano que se aprovechase de ella. Sin embargo, a partir de los 20 años empezó a salir por su cuenta, a explorar las calles, los bares, la vida nocturna, otras ciudades, a estar sola con sus primas que quiere como hermanas, "así que también descubrí personas, otras personas, costumbres más allá de mi familia y de los restaurantes, y ahí empecé a observar a todo el mundo alrededor, y en esos territorios como Punta Cana, en un viaje que hice justo cuando empezaba a conceptualizar mi tesis, fue que vi esas parejas de chicos dominicanos con mujeres extranjeras”.
En la obra de Hiraldo Voleau, la gente está en el centro: le llaman la atención los humanos, los cuerpos, las interacciones entre ellos, las relaciones amorosas, las relaciones íntimas, las relaciones de familia. Así que no es de sorprender que esta dinámica recién descubierta la intrigase; no sabía si era una casualidad, si era un tipo de relación nueva que estaba en su apogeo, o si había existido desde siempre bajo sus narices. Al volver a Suiza —donde realizaba su máster y en la que todavía habita— decidió que quería hablar de este tema, “porque también me hizo pensar en las relaciones en mi familia, aunque mi papá no era un sanky panky, pero empecé a notar algunos paralelos entre estas parejas y las parejas en mi familia. Al principio no quería hacer un trabajo sobre RD porque no me sentía suficientemente legítima, y también pensaba que era demasiado obvio hacer un proyecto sobre tu patria o algo por el estilo, pero al final fue la experiencia más inspiradora, más interesante, más liberadora que he tenido. Fue la mejor decisión para mí”.
Su relación con República Dominicana, como toda persona que viene de dos países o dos continentes es compleja, "está llena de nostalgia y tristeza porque quiero estar allá, pero llena de confusión porque como toda persona mixta, nunca te sientes en casa en ninguno de los dos lugares. Nunca me sentiré totalmente francesa y nunca me sentiré totalmente dominicana. Adoro la isla, es toda mi infancia y representa donde nací. Entonces yo, que siempre me mudé, que viví en muchísimos lugares, siempre cambié de escuela, tengo esa obsesión con el hogar, la familia. Además soy hija única con padres separados, así que para mí representa el calor, pero el calor referente a la humanidad.”
A Karla le gusta ponerse en el centro de su obra y crear una narrativa visual al rededor de ella misma, a lo que denomina como performative photography; dramatiza su vida, usa su cuerpo, su historia personal y familiar para hablar de otras personas u otras cosas más allá de sí misma. Aquí es que comienzan a desdibujarse las líneas que separan a la realidad de la ficción, el ensayo del campo de batalla, y en donde Hiraldo Voleau encuentra el éter de su obra y construye su mirada. Esta práctica le permite a la artistasimplemente ser y vivir en carne propia las experiencias que busca registrar, haciéndola sujeto de su propia mirada, incluyéndola dentro de la lectura semiótica de las imágenes. Gracias a esto, podemos asimilar la intención de Karla de sublevarse a los miedos impuestas por su familia, y entender que en el centro de la obra hay un conflicto en donde el estatus social y las expectativas de género y racialización recorren con ellos las calles de Las Terrenas en motor.
Le gusta comenzar con un evento de su vida para después hilarlo a algo más sociológico y después, mientras lo vive, ir deconstruyéndolo “porque lo que menos quiero hacer es hablar por otros y dar conclusiones sobre la vida, las mujeres, los hombres, generalizaciones. La necesidad en mí de contar una experiencia personal es más grande que la de querer explicar algo, que puede causar daño o malinterpretarse. Por eso siempre intento hacer trabajo performativo, en la que digo que mi experiencia es válida porque es mía, así que nada puede objetarse, y yo misma me siento mucho más honesta, y para la gente de mi proyecto es mucho más justo si estoy jugando mi propio rol. A mí me encanta hacer este tipo de proyectos donde sigo siendo yo, sigo utilizando mi identidad de fotógrafa, pero también me tengo que arriesgar, y es interesante ver lo que una está dispuesto a hacer solo por explorar ideas o hacer arte”.
El proceso de fotografiar el proyecto fue muy instintivo. No lo pensó años y años antes de hacer Hola Mi Amol, como todos sus proyectos fue muy impulsivo, basándose en su instinto, “quería hacer un performance, entonces para eso hay que vivir, hay que dejarse llevar, ser un yes-man a todo. Fui con un storyline básico, pero antes de ir no estaba clara si quería salir en citas, si quería ser la protagonista, solo sabía que quería conocer a chicos que salen con turistas, chicos que trabajaban junto a turistas, así que decidí quedarme en Bávaro y en Las Terrenas. Con mi storyline muy básico, solo preparé los alojamientos, y me dejé llevar. Así que cuando llegué lo primero fue contactar a todo el mundo que conocía, pedirle a mi familia que me conectara con gente, buscar a chicos por Facebook, Instagram y en las playas también. Me quedaba en Macao Surf Camp donde tengo un amigo que trabajaba allá. Jangueaba con los chicos, paseábamos por la playa y por primera vez solté ese miedo al hombre dominicano, a ser manipulada, o cualquier prejuicio que mi familia me inculcó sobre los dominicanos, me abrí totalmente a cada encuentro con cada chico, para ser amigos o tal vez para salir. Estaba soltera en ese tiempo y también quería enamorarme como lo digo en el libro…”
Uno de los capítulos, Karla visita a una bruja en Las Terrenas, a la que le pide que posicione el amor en su camino, resultó ser especialmente interesante. Despertó en mí mucha sensibilidad, considerando que a lo largo del fotolibro uno no tiene un entendimiento completo de la dinámica que establece la artista con los chicos: ¿hay dinero de por medio? ¿Solo querían estar con ella? ¿A qué nivel de intimidad llegaron? Karla se cuida de ser explícita, sabe que es mejor dejarnos con la duda, pero aún así, se entiende vulnerable y con la fe suficiente para creer. Quiere enamorarse, y de cierta forma, entregarse —nadie le pide a una bruja amor si esto no es lo que se desea—, como si el amor fuera una ola de las que no se pueden calibrar.
Uno de los aspectos que hacen del fotolibro tan cautivador es cómo nos adentra en su narrativa y atmósfera a través del trabajo de selección y distribución de las imágenes. Logra hacernos sentir que estamos con Karla en el momento; claro que las imágenes hermosas y bien estéticas son importantes, por eso los retratos de página completa. Pero las más inmersivas e interesantes son las más pequeñas, las hechas con celulares y cámara de espías, porque a través de ellas puedes sentir que estás en ese performance con ella, en movimiento constante en la cola del motor, y puedes sentirte en su intimidad, y es donde entiendo que el female gaze es más tangible, en lo borroso y lo que a pesar de revelar, guarda misterio para sí, ambigüedad para el que se atreva a interpretar.
“Otra parte de la selección es que cada retrato, cada chico, cada capítulo, sea bien completo y no haya solo una forma de verlo, y puedas ver que pasé tiempo con estos chicos. Los autorretratos son importantes para el aspecto performático, estableciéndome dentro de la narrativa con mucha presencia, creando un tono personal, el cual sobresale con el texto, el cual es muy importante para que no se quede en una colección imágenes exóticas. Quería evitar tener chicos desnudos en la selva. Cuando muestras cuerpos negros, morenos, cuerpos de colores, no se puede poner así por así, sin contexto. Así que pienso que el texto del libro es muy importante para dar informar al lector de dónde soy, qué estoy haciendo, hacerme crítica propia, y hacerlo más humano y más tierno, porque no quería presentar a estos chicos como un pedazo de carne, y espero que en el texto se sienta que de verdad los deseaba, los encontraba hermosos y traté de presentarlos en su luz más hermosa. Aunque a veces soy muy critica sobre ellos, siento que hay mucha ternura en el libro y en la forma en que los veos. Y claro uno de los trucos del libro es crear una sensación difusa para el lector, porque claro que todos quieren saber si me follé a algunos.”
Hola Mi Amol nos sumerge en la psiquis de Karla Hiraldo Voleau, nos invita a cuestionarnos las historias que nos limitan, que tintan nuestra mirada y deshumaniza a quien no encaja en ella; uno no es responsable de los prejuicios que nos fueron inculcados, porque todes merecemos la oportunidad de mostrar quienes somos por nuestras acciones, no por como somos leídos. Al final, la vida es un performance en donde los límites los establece une misme. Pero más importante aún, nos invita a desear, a atrevernos a desear, y atrevernos a actuar a pesar de no tener todas las respuestas, y ni siquiera procurarlas. La sensualidad es ambigua, misteriosa y como el agua, y a pesar de que cambia de estado dependiendo nuestra temperatura, pero siempre está ahí, abajo como un río subterráneo.