Recordándole a todos los presentes
Texto por Félix Cordero
Fotografías por José Rozón
“Estas fotos son parte del proceso de sanar y de aceptar que las cosas no son para siempre. Al igual que esta casa, el paisaje, y mis seres queridos, todo está en movimiento, y desaparecerá.”
En Moca, República Dominicana, hay una casa cuyo valor es el mundo y un poco más para el fotógrafo José Rozón (1992, Santiago). Tanto la casa como el terreno que la rodea han pertenecido por generaciones a la familia Henríquez , inundando ese espacio recuerdos trascendentales para cada integrante, desde la comida hecha a leña, las frutas silvestres y las noches en vela. Sin embargo, algo que un fotógrafo entiende por las mismas características de su profesión entiende: el tiempo pasa, y nada ni nadie puede volver a ser lo que una vez fue.
La siguiente serie fotográfica de José Rozón se presenta como un mecanismo para aceptar inminente destino de uno de los lugares más importantes de vida. Capturar el momento con la intención de atesorarlo, trascendiendo así las leyes que rigen el curso de la existencia.
Hay una una escena de la película “Amour” del director Michael Haneke, que llega a mi cabeza mientras escribo: la protagonista Anne, una ex pianista en las últimas etapas de una larga vida, recorre su extenso álbum familiar, acariciando cada fotografía, y le dice a Georges, su esposo: “Es hermosa. La vida, y tan larga”.
Empezó a hacer fotografía por impulso, casi por inercia. Salía con sus amigos a acampar a Constanza, Playa Grande, Cabarete, un río, y se dedicaba documentar todo porque tanto el paisaje como las memorias le parecían interesantes de conversar. Poco a poco fue desarrollando la mirada, interesándose por ver otras cosas dentro de ese mismo mundo; las texturas, las diferentes caras del paisaje y los gestos de los que lo rodeaban.
“La primera cosa que le hice foto fue al centro de la ciudad. Recuerdo que cuando era pequeño mi mamá me llevaba a la Calle del Sol y para mí todo era una experiencia grandísima; los carros, el agua de coco, los frío frío, las empanadas de yuca. Y sobre todo los gestos, la gente diferente, de todo tipo. Para mí era súper interesante y cuando compré mi primera cámara iba a la ciudad a buscar eso de nuevo.”
“La casa pertenecía a mi bisabuelo, Buchín Henríquez y era un terrateniente que producía cacao y otras cosas en Moca. A su vez, la heredó de su papá, mi tatarabuelo, por lo que data de hace más de 100 años. Mi bisabuelo murió repentinamente a finales de la dictadura de Trujillo, a manos del tirano. El esfuerzo por mantener su memoria empieza con sus hijos y llega hasta mí.”