Moonlight
Texto por Félix Cordero Fotografías por Erika Morillo y Makan E-Rahmati
Erika Morillo (Santiago, 1983) es una artista que nos llama mucho la atención; aparte de tomarse selfies legendarias, concebir sus proyectos fotográficos como piezas editoriales, posee un interés por la memoria personal y el archivo ajeno, utilizándolos para abrir diálogos sobre el tiempo, la impermanencia y los cambios que son necesarios para una encontrar (¿o construir?) la identidad. Tras haber estudiado e influenciada por los conocimientos de la psicología clínica y sociología, se sumerge en el mundo de la fotografía, con el propósito de entender sus dinámicas familiares y el ambiente social que habita.
En su statement como artista, Erika indica que la pulsión detrás de su trabajo es su interés por investigar su geneaología y entender cómo la historia familiar se intercepta con la identidad propia. ¿Qué somos, si además de nosotros mismos, somos todos ellos que fueron?
Un ejemplo claro de estas inquietudes se pueden estudiar en su libro All of Them, donde entrelaza fotos familiares íntimas con fotografías encontradas en una tienda de segunda mano, Erika medita sobre la ausencia, y entabla una conversación con el pasado, donde coexisten las memorias reales, las borrosas y las imaginadas, disolviendo las líneas que separan lo real de lo ficticio. En su siguiente proyecto, Umbral, Erika documenta la vida de su hijo Amaru, otorgándonos una mirada extremadamente íntima a su vida como madre soltera, y capturando con una mirada llena de feminidad divina los encuentros de Amaru con la luz, los dientes de león, la ciudad de Nueva York y la vida en sí.
Y en los tiempos que vivimos, donde el distanciamiento y aislamiento social se ha vuelto nuestra única forma de cuidarnos mutuamente, Moonlight, su más reciente proyecto, el cual realiza en colaboración con su pareja, el fotógrafo Makan E-Rahmati, se vuelve más urgente que nunca. Erika vuelve a arriesgarse a dejarnos entrar en su mundo emocional; su relación con Makan es a larga distancia, y en una reflexión mutua sobre la intimidad y la distancia, ambos combinaron imágenes encontradas y fotografías propias, para establecer un diálogo visual que refleje de su mundo emocional, que como la Luna, está atada a cambios y desde una interpretación tarotista, significa todos lo que no se dice pero se hace sentir.